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← Volver a ideas"El diseño de producto digital y cómo ser la sardina más bonita, siempre"
Si no lo digo reviento. El diseño de producto digital está en la cresta de la ola. The crest of a wave! Una especialidad, por fin, consolidada. Para los despistados, entro otros menesteres, esto va de webs, apps, software y OTTs.
Como decía, en el sector de la publicidad, el marketing y la comunicación nos encontramos en un escenario soñado. Las marcas matan por nuestro tiempo y ya entienden de metodologías, entregables, perfiles y singularidades. «Nuestros palabros», ahora, también son «sus palabros». Tenemos la credibilidad y la confianza que dan las entregas y los resultados de estas. Hacemos de sus ideas, una realidad tangible -a contrarreloj-, y no solo eso, lo hacemos de forma sistemática y eficiente. ¿La gallina de los huevos de oro?
«¡Guapos!», gritan desde los balcones. Ego a tope, ¡somos buenos! Y me digo, «Jordi, ahora que estamos aquí arriba, toca seguir remando, ¿no? ¿Dónde vamos? ¿Qué hacemos? What’s next?» (Silencio). ¿Silencio? «Sí, hay algo que, no sé, algo que siento que… ñeee». ¡Pero si mira los números! Stop. ¿Me creo esta fantástica historia? No sé. Quizás, es miedo -si estamos arriba, ahora solo puede venir hostia-. ¿Y si es desorientación? Remo hacia adelante, hacia abajo, en diagonal. No. Intento hacerme el muerto. Nada*.
Cuestión de genética
De este momento de introspección, han pasado ya casi dos años. Unas dudas necesarias para avanzar que me persiguieron una buena temporada. De hecho, tuve que perder un concurso importante -de 10-, para entender ciertas cosas. ¿Momento eureka? No lo hubo. Miraba mi trabajo, el de mis compañeros y el de otros colegas de profesión. La respuesta estaba ahí, era tan obvia que no se veía. Como el gorila en el clásico vídeo de atención selectiva, aquel que se burla de todos saludando a cámara mientras tú, como un tonto, ni lo hueles y sigues contando los pases de balón entre los estudiantes. Y un día, sin más, lo entendí.
¡Era toda una cuestión de genética! Nuestros trabajos y proyectos compartían ADN, ¡todos! ¿Eran «iguales»? No. Pero en esencia, sí. Además, todos excelentes. ¿Es normal? De nuevo, sí, aquí la locura, -si todo va bien, no toques nada-, pura inercia. Me explico. Se ha construido algo que funciona y explotado a todo nivel, principalmente en el plano educativo y de negocio. A fin de cuentas, los diseñadores somos hijos de la globalización. Se comparten referentes, fuentes de información y subcultura -véase Mediums, Apples y Pablos Stanleys-.
El insight que deriva de mi reflexión es cuanto menos curioso, llegando a la excelencia como sector, pienso que hemos perdido la magia. En esto, la pregunta cuya respuesta vale su peso en bitcoins, la pregunta que me propuse contestar por responsabilidad y puro ambición, es la siguiente: ¿cómo puedo ser la sardina más bonita de la lata, siempre, para seguir, siempre, en la cresta de la ola?
Sí has llegado hasta aquí, imagino que esperas oro. Aguanta. ¿Listo? MINDSET. ¡Booooom! Así de simple, así de jodidamente complicado, mindset. Desde entonces, y aunque comparta virtudes y defectos con mis colegas de profesión, cada día intento luchar contra la mediocridad de la nueva excelencia.
En el departamento de XD o Experience Design de Ogilvy Barcelona, nos revelamos contra la predictibilidad de nuestras soluciones. El divino descontento que llevamos dentro nos empuja a pensar diferente, retarnos para sorprender y sorprendernos. Tengo claro que la forma de construir, de ser relevantes y de mantenerse en la cresta de la ola en el diseño de producto digital, es remar a contracorriente. La constancia, el rumbo y la determinación solo se consiguen mediante un mindset correcto, 24/7. ¿Quieres garantía de excelencia? Aquí estamos. ¿Quieres garantía de disrupción? Aquí somos.
PD: *Dedicada. Por cierto, estrategas, creativos y artes, moved ficha. ¡Esto es más sexy de lo que parece!